viernes, 29 de marzo de 2013

CAPÍTULO 4.



4 1Es el libro de los mandatos de Dios, la ley de
validez eterna:
los que la guarden vivirán,
los que la abandonen morirán.
2Vuélvete, Jacob, a recibirla,
camina a la claridad
de su resplandor;
3no entregues a otros tu gloria
ni tu dignidad
a un pueblo extranjero.
4¡Dichosos nosotros, Israel,
que conocemos lo que agrada al Señor!
Restauración de Jerusalén
5¡Ánimo, pueblo mío,
que llevas el nombre de Israel!
6Os vendieron a los gentiles,
pero no para ser aniquilados;
por la cólera de Dios contra vosotros
os entregaron a vuestros enemigos,
7porque irritasteis a vuestro Creador
sacrificando a demonios y no a Dios;
8os olvidasteis del Señor eterno,
que os había criado,
y afligisteis a Jerusalén,
que os sustentó.
9Cuando ella vio que el castigo de Dios
os alcanzaba, dijo:
Escuchad, vecinas de Sión.
Dios me ha enviado una pena terrible:
10vi cómo el Eterno
 desterraba a mis hijos e hijas;
11yo los crié con alegría,
los despedí con lágrimas de pena.
12Que nadie se alegre viendo
a esta viuda abandonada de todos.
Si estoy desierta, es por los pecados de mis hijos,
que se apartaron de la ley de Dios.
13No hicieron caso de sus mandatos
ni siguieron la vía de sus preceptos,
no pisaron fielmente
la senda de su instrucción.
14Que se acerquen las vecinas de Sión,
recuerden que el Eterno
llevó cautivos a mis hijos e hijas.
15Les envió un pueblo remoto,
pueblo cruel y de lengua extraña
que no respetaba a los ancianos
ni sentía piedad por los niños;
16arrebataron a la viuda sus hijos queridos,
la dejaron sola y sin hijas.
l7y yo, ¿qué puedo hacer por vosotros?
18Solo el que os envió tales desgracias
os librará del poder enemigo.
19Marchad, hijos, marchad,
mientras yo quedo sola,
20Me he quitado el vestido de la paz,
me he puesto el sayal de suplicante,
gritaré al Eterno toda mi vida.
21¡Ánimo, hijos! Clamad a Dios
para que os libre del poder enemigo.
22yo espero que el Eterno os salvará,
el Santo ya me llena de alegría,
porque muy pronto el Eterno,
vuestro Salvador,
tendrá misericordia de vosotros.
23Si os expulsó entre duelo y llantos,
Dios mismo os devolverá a mí
con gozo y alegría sin término.
24Como hace poco las vecinas de Sión
os vieron marchar cautivos,
así pronto verán la salvación
que Dios os concede,
acompañada de gran gloria
y el esplendor del Eterno.
25Hijos, soportad con entereza el castigo
que Dios os ha enviado;
si tus enemigos te dieron alcance,
muy pronto verás su perdición
y pondrás el pie sobre sus cuellos.
26Mis niños mimados
recorrieron caminos ásperos,
los robó el enemigo como a un rebaño.
27¡Ánimo, hijos, gritad a Dios!
Que el que os castigó
se acordará de vosotros.
28Si un día os empeñasteis en alejaros de Dios,
volveos a buscarlo
con redoblado empeño.
29El que os mandó las desgracias,
os mandará el gozo eterno
de vuestra salvación.
30-¡Ánimo, Jerusalén!
El que te dio su nombre te consuela.
31Malditos los que te hicieron mal
y se alegraron de tu caída,
32malditas las ciudades
que esclavizaron a tus hijos,
maldita la ciudad que los aceptó.
33Como se alegró de tu caída
y disfrutó con tu ruina,
llorará su propia desolación.
34Le quitaré la población
de que se enorgullece
y su arrogancia se convertirá en duelo.
35El Eterno le enviará un fuego
que arderá muchos días,
y la habitarán largos años
los demonios.
36Mira hacia levante, Jerusalén,
contempla el gozo que Dios te envía.
37Ya llegan alegres
los hijos que despediste,
reunidos por la palabra del santo
en oriente y occidente;
ya llegan alegres y dando gloria a Dios.

4,1-2 Pero el autor sigue la identificación de Dt 6,4 Y Eclo 24,23: sabiduría = ley. Ley de vida según el Dt. Ley como luz: Is 2,2-5; Sal 19,9 y Sab 18,4.

4,4 El autor sigue mirando con optimismo a la ley. En lo cual no supera la teología del Deuteronomio: a Dios toca revelarla, al hombre cumplirla. 

4,5-5,9 Después de la confesión de pecados y de invitación a la enmienda, viene el oráculo de salvación y consuelo. Es un poema inspirado de cerca en modelos de Is 40-66, sobre todo por la imagen matrimonial y el estilo de apóstrofe lírico. 

La relación del Señor con el pueblo está vista aquí en imagen familiar. Dios es el padre que ha criado al pueblo (Dt 8,5; Is 1,2). Jerusalén es la madre del pueblo, pues representa a la comunidad en su valor fecundo y acogedor (Is 49; 54; 66,7-14). El Señor es el esposo de Jerusalén, como indican dichos textos y también Is 62,1-9. 

El padre exige respeto (Mal 1 ,6), castiga a los hijos para mejorarlos (Os 11). La madre no puede contenerse (Is 49,15), se deja llevar de la compasión, aunque sus hijos sean la causa de su pesar. La madre, aunque no es culpable, no tiene autoridad para perdonar y restablecer (Sal 130,4); sólo puede exhortar a los hijos e interceder ante el marido. (Compárese con la actitud de Moisés en Nm 11). 

Abandonada del marido, la ciudad se encuentra en la posición social de una viuda sin medios (Is 50,1; 54,4); tampoco la pueden ayudar sus hijos, muertos o desterrados (Is 51,18). A pesar de todo, sigue confiando y esperando. Ya siente la inminencia de la salvación, toda obra de Dios, renovación del antiguo éxodo. 

El profeta se dirige al pueblo 5-8; ella se dirige a sus vecinas 9-16 y a sus hijos 17-29; el profeta se dirige a Jerusalén 4,30-5,9. Jerusalén es el centro geográfico, en torno hay una serie de capitales vecinas, lejos está el destierro o la diáspora. Desde un punto central se contempla un movimiento de ida y vuelta. Pero sólo vuelven israelitas, no acuden paganos. En eso queda lejos de Is 2,2-5 o Zac 8,20-23. 

4,5 "Ánimo": el imperativo griego responde al hebreo "no temas". 

4,6-8 Cita libre de Dt 32,15-18. El título "el Eterno" se repite siete veces en este poema. 

4,9-29 En vísperas de la tragedia, Jerusalén levanta su voz de denuncia e intercesión con el dolor y ternura de una madre. Su discurso es un vaivén de efusiones líricas en primera persona y de consejos apremianteso En el desahogo lírico alternan el recuerdo, el dolor, la esperanza. En varios versos la tragedia se supone consumada. 

4,9 "Vecinas de Sión" son los reinos limítrofes, personificados como un coro de mujeres (cfr. Ez 16,57 23,48). A su gozo maligno se refieren Lam 2,16; Sal 137,7; Abd 11-14. 

4,12 "Viuda" es aquí término sociológico, apto para expresar el abandono de la ciudad (Lam 1,1). Jerusalén no confiesa aquí pecados propios, al contrario de Lam 1,8.9.14.18 etc. 

4,13 El miembro final de la cuaterna es dudoso. 

4,14 La sentencia de muerte ha sido conmutada por el destierro, como en Gn 3. 

4,15-16 Véanse Is 13,16-18; 28,11-13; Lam 4,16. 

4,17 -18 En términos matrimoniales, la mujer no tiene autoridad para deshacer lo hecho por el marido, sólo puede suplicar. En términos militares, a los hijos toca defender a la ciudad, ella sola no puede resistir al enemigo. En la visión teológica, Dios es el protagonista y sigue amando a Jerusalén. 

4,21-22 Los hijos han de corear desde el destierro la súplica, y ella pasará inmediatamente a la esperanza. La ficción poética junta el comienzo del destierro (586) con el alborear de la esperanza (hacia el 550). 

4,22 Sal 126; Is 9; 35. 

4,22-23 El tema de la alegría, con sus variaciones, es más frecuente que el del dolor. Gozo perverso del enemigo (12.31.33), gozo de la madre al criar a sus hijos y al recobrarlos vivos (22.23.36), gozo de los hijos (29.37.5.9). El tema de la alegría, que suena en Is 9 y culmina en Is 35, resuena con fuerza en este libro tardío. 

4,24 Otro tema parejo es la gloria del Señor: acompaña y guía (5,6-7), se comunica e ilumina (5,1.2.9); a través del pueblo se manifiesta a otros (4,24; 5,3). 

4,25 El enemigo, verdugo al servicio de Dios, se arrogó el poder y se excedió en el castigo. Él a su vez sufrirá el castigo correspondiente. Continúa en 31-35. 

4,27 El pueblo lleva un nombre impuesto por Dios: por él Dios se acuerda del pueblo para salvarlo. 

4,28 Is 55,6. 

4,29 Compárese con Sal 51,14. 

4,30 El marido da nombre a la esposa (Is 4,1), el Señor a Jerusalén (Is 60,14; 62,4). 

4,31-35 Destruir al agresor es condición para salvar al agredido. No será una batalla que entable y venza el pueblo, es Dios mismo quien acepta el desafío y lo resuelve a favor de los inocentes. Batalla y derrota tienen valor de juicio en que se aplica la ley del talión. Acumula reminiscencias de Is 13; 24; 34; Jr 50--51 etc.
4,36 Véanse Is 49,18; 60,4; 11,11.

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