4 1Es
el libro de los mandatos de Dios, la ley de
validez eterna:
validez eterna:
los que
la guarden vivirán,
los que
la abandonen morirán.
2Vuélvete, Jacob, a recibirla,
camina a la claridad
2Vuélvete, Jacob, a recibirla,
camina a la claridad
de su resplandor;
3no entregues
a otros tu gloria
ni tu dignidad
ni tu dignidad
a un pueblo
extranjero.
4¡Dichosos nosotros, Israel,
4¡Dichosos nosotros, Israel,
que conocemos
lo que agrada al Señor!
Restauración
de Jerusalén
5¡Ánimo,
pueblo mío,
que llevas
el nombre de Israel!
6Os vendieron
a los gentiles,
pero no para ser aniquilados;
pero no para ser aniquilados;
por la
cólera de Dios contra vosotros
os entregaron a vuestros enemigos,
os entregaron a vuestros enemigos,
7porque
irritasteis a vuestro Creador
sacrificando a demonios y no a Dios;
sacrificando a demonios y no a Dios;
8os olvidasteis
del Señor eterno,
que os había criado,
que os había criado,
y
afligisteis a Jerusalén,
que os sustentó.
que os sustentó.
9Cuando
ella vio que el castigo de Dios
os alcanzaba, dijo:
os alcanzaba, dijo:
Escuchad,
vecinas de Sión.
Dios me
ha enviado una pena terrible:
10vi
cómo el Eterno
desterraba
a mis hijos e hijas;
11yo los crié con alegría,
11yo los crié con alegría,
los despedí
con lágrimas de pena.
12Que nadie se alegre viendo
12Que nadie se alegre viendo
a esta
viuda abandonada de todos.
Si
estoy desierta, es por los pecados de mis hijos,
que se apartaron de la ley de Dios.
que se apartaron de la ley de Dios.
13No hicieron
caso de sus mandatos
ni siguieron
la vía de sus preceptos,
no pisaron fielmente
no pisaron fielmente
la senda
de su instrucción.
14Que
se acerquen las vecinas de Sión,
recuerden que el Eterno
recuerden que el Eterno
llevó
cautivos a mis hijos e hijas.
15Les envió
un pueblo remoto,
pueblo cruel y de lengua extraña
que no respetaba a los ancianos
ni sentía piedad por los niños;
pueblo cruel y de lengua extraña
que no respetaba a los ancianos
ni sentía piedad por los niños;
16arrebataron
a la viuda sus hijos queridos,
la dejaron sola y sin hijas.
la dejaron sola y sin hijas.
l7y yo,
¿qué puedo hacer por vosotros?
18Solo el que os envió tales desgracias
os librará del poder enemigo.
19Marchad, hijos, marchad,
18Solo el que os envió tales desgracias
os librará del poder enemigo.
19Marchad, hijos, marchad,
mientras
yo quedo sola,
20Me he
quitado el vestido de la paz,
me he puesto
el sayal de suplicante,
gritaré al Eterno toda mi vida.
21¡Ánimo, hijos! Clamad a Dios
gritaré al Eterno toda mi vida.
21¡Ánimo, hijos! Clamad a Dios
para que
os libre del poder enemigo.
22yo espero que el Eterno os salvará,
22yo espero que el Eterno os salvará,
el Santo
ya me llena de alegría,
porque muy pronto el Eterno,
porque muy pronto el Eterno,
vuestro
Salvador,
tendrá misericordia
de vosotros.
23Si os expulsó entre duelo y llantos,
Dios mismo os devolverá a mí
con gozo y alegría sin término.
23Si os expulsó entre duelo y llantos,
Dios mismo os devolverá a mí
con gozo y alegría sin término.
24Como hace
poco las vecinas de Sión
os vieron marchar cautivos,
os vieron marchar cautivos,
así pronto
verán la salvación
que Dios
os concede,
acompañada de gran gloria
acompañada de gran gloria
y el esplendor
del Eterno.
25Hijos,
soportad con entereza el castigo
que Dios os ha enviado;
que Dios os ha enviado;
si tus
enemigos te dieron alcance,
muy pronto verás su perdición
muy pronto verás su perdición
y pondrás
el pie sobre sus cuellos.
26Mis niños mimados
26Mis niños mimados
recorrieron
caminos ásperos,
los robó
el enemigo como a un rebaño.
27¡Ánimo, hijos, gritad a Dios!
27¡Ánimo, hijos, gritad a Dios!
Que el
que os castigó
se acordará de vosotros.
se acordará de vosotros.
28Si un
día os empeñasteis en alejaros de Dios,
volveos a buscarlo
volveos a buscarlo
con redoblado
empeño.
29El que
os mandó las desgracias,
os mandará el gozo eterno
de vuestra salvación.
30-¡Ánimo, Jerusalén!
os mandará el gozo eterno
de vuestra salvación.
30-¡Ánimo, Jerusalén!
El que te
dio su nombre te consuela.
31Malditos
los que te hicieron mal
y se alegraron de tu caída,
32malditas las ciudades
y se alegraron de tu caída,
32malditas las ciudades
que esclavizaron
a tus hijos,
maldita la ciudad que los aceptó.
maldita la ciudad que los aceptó.
33Como
se alegró de tu caída
y disfrutó
con tu ruina,
llorará su propia desolación.
34Le quitaré la población
llorará su propia desolación.
34Le quitaré la población
de que
se enorgullece
y su arrogancia
se convertirá en duelo.
35El Eterno
le enviará un fuego
que arderá muchos días,
que arderá muchos días,
y la habitarán
largos años
los demonios.
los demonios.
36Mira
hacia levante, Jerusalén,
contempla el gozo que Dios te envía.
37Ya llegan alegres
contempla el gozo que Dios te envía.
37Ya llegan alegres
los hijos
que despediste,
reunidos por la palabra del santo
en oriente y occidente;
reunidos por la palabra del santo
en oriente y occidente;
ya llegan
alegres y dando gloria a Dios.
4,1-2 Pero
el autor sigue la identificación de Dt 6,4 Y Eclo 24,23: sabiduría = ley. Ley de
vida según el Dt. Ley como luz: Is 2,2-5; Sal 19,9 y Sab 18,4.
4,4 El
autor sigue mirando con optimismo a la ley. En lo cual no supera la teología del
Deuteronomio: a Dios toca revelarla, al hombre cumplirla.
4,5-5,9
Después de la confesión de pecados y de invitación a la enmienda, viene el oráculo
de salvación y consuelo. Es un poema inspirado de cerca en modelos de Is 40-66,
sobre todo por la imagen matrimonial y el estilo de apóstrofe lírico.
La
relación del Señor con el pueblo está vista aquí en imagen familiar. Dios es el
padre que ha criado al pueblo (Dt 8,5; Is 1,2). Jerusalén es la madre del
pueblo, pues representa a la comunidad en su valor fecundo y acogedor (Is 49; 54;
66,7-14). El Señor es el esposo de Jerusalén, como indican dichos textos y
también Is 62,1-9.
El
padre exige respeto (Mal 1 ,6), castiga a los hijos para mejorarlos (Os 11). La
madre no puede contenerse (Is 49,15), se deja llevar de la compasión, aunque sus hijos
sean la causa de su pesar. La madre, aunque no es culpable, no tiene autoridad para perdonar
y restablecer (Sal 130,4); sólo puede exhortar a los hijos e interceder ante el
marido. (Compárese con la actitud de Moisés en Nm 11).
Abandonada
del marido, la ciudad se encuentra en la posición social de una viuda sin medios
(Is 50,1; 54,4); tampoco la pueden ayudar sus hijos, muertos o desterrados (Is 51,18).
A pesar de todo, sigue confiando y esperando. Ya siente la inminencia de la salvación,
toda obra de Dios, renovación del antiguo éxodo.
El
profeta se dirige al pueblo 5-8; ella se dirige a sus vecinas 9-16 y a sus hijos
17-29; el profeta se dirige a Jerusalén 4,30-5,9. Jerusalén es el centro
geográfico, en torno hay una serie de capitales vecinas, lejos está el
destierro o la diáspora. Desde un punto central se contempla un movimiento de ida
y vuelta. Pero sólo vuelven israelitas, no acuden paganos. En eso queda lejos
de Is 2,2-5 o Zac 8,20-23.
4,5 "Ánimo":
el imperativo griego responde al hebreo "no temas".
4,6-8 Cita
libre de Dt 32,15-18. El título "el Eterno" se repite siete veces en
este poema.
4,9-29 En
vísperas de la tragedia, Jerusalén levanta su voz de denuncia e intercesión con
el dolor y ternura de una madre. Su discurso es un vaivén de efusiones líricas en
primera persona y de consejos apremianteso En el desahogo lírico alternan el
recuerdo, el dolor, la esperanza. En varios versos la tragedia se supone
consumada.
4,9 "Vecinas
de Sión" son los reinos limítrofes, personificados como un coro de mujeres
(cfr. Ez 16,57 23,48). A su gozo maligno se refieren Lam 2,16; Sal 137,7; Abd 11-14.
4,12 "Viuda"
es aquí término sociológico, apto para expresar el abandono de la ciudad (Lam 1,1).
Jerusalén no confiesa aquí pecados propios, al contrario de Lam 1,8.9.14.18 etc.
4,13 El
miembro final de la cuaterna es dudoso.
4,14 La
sentencia de muerte ha sido conmutada por el destierro, como en Gn 3.
4,15-16 Véanse Is 13,16-18; 28,11-13; Lam 4,16.
4,17
-18 En términos matrimoniales, la mujer no tiene autoridad para deshacer lo hecho
por el marido, sólo puede suplicar. En términos militares, a los hijos toca
defender a la ciudad, ella sola no puede resistir al enemigo. En la visión
teológica, Dios es el protagonista y sigue amando a Jerusalén.
4,21-22
Los hijos han de corear desde el destierro la súplica, y ella pasará inmediatamente
a la esperanza. La ficción poética junta el comienzo del destierro (586) con el
alborear de la esperanza (hacia el 550).
4,22 Sal
126; Is 9; 35.
4,22-23
El tema de la alegría, con sus variaciones, es más frecuente que el del dolor.
Gozo perverso del enemigo (12.31.33), gozo de la madre al criar a sus hijos y al
recobrarlos vivos (22.23.36), gozo de los hijos (29.37.5.9). El tema de la alegría,
que suena en Is 9 y culmina en Is 35, resuena con fuerza en este libro tardío.
4,24 Otro
tema parejo es la gloria del Señor: acompaña y guía (5,6-7), se comunica e ilumina
(5,1.2.9); a través del pueblo se manifiesta a otros (4,24; 5,3).
4,25 El
enemigo, verdugo al servicio de Dios, se arrogó el poder y se excedió en el castigo.
Él a su vez sufrirá el castigo correspondiente. Continúa en 31-35.
4,27 El
pueblo lleva un nombre impuesto por Dios: por él Dios se acuerda del pueblo para
salvarlo.
4,28 Is
55,6.
4,29
Compárese con Sal 51,14.
4,30 El
marido da nombre a la esposa (Is 4,1), el Señor a Jerusalén (Is 60,14; 62,4).
4,31-35
Destruir al agresor es condición para salvar al agredido. No será una batalla que
entable y venza el pueblo, es Dios mismo quien acepta el desafío y lo resuelve a
favor de los inocentes. Batalla y derrota tienen valor de juicio en que se aplica
la ley del talión. Acumula reminiscencias de Is 13; 24; 34; Jr 50--51 etc.
4,36
Véanse Is 49,18;
60,4; 11,11.
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